GAIA |
Érase una vez una duendecilla llamada Gaia, que vivía en un bellísimo y
frondoso bosque.
Cada mañana, desde lo alto de su casa-árbol, observa el
paisaje que formaban las hojas y ramas de abetos, pinos y castaños.
Podía pasar
horas sentada en su rama favorita, escuchando el rumor del viento y la hermosa
melodía que componían los animales del bosque.
A veces recibía la visita de su amiga la ardilla, quien compartía con Gaia
los piñones y castañas que encontraba. Juntas disfrutaban de los sabrosos
frutos que la naturaleza les ofrecía.
A Gaia le fascinaban las mariposas y sus alas
multicolores. Como era muy querida en todo el bosque, las mariposas decidieron
darle una sorpresa y le hicieron un hermoso vestido dibujando sus siluetas con
una pintura natural que fabricaron con el polen de las flores.
Una de las cosas que más le divertían era
jugar al escondite con el búho. El lugar favorito de Gaia para ocultarse
eran los brotes verde-amarillentos de las coníferas.
Con su nuevo
vestido, se camuflaba perfectamente y reía sin parar viendo como el búho
pasaba por delante una y otra vez sin encontrarla.
Al caer la noche,
sonreía y daba gracias por haber podido admirar y disfrutar de toda esa belleza
un día más. Entonces, se resguardaba en
su saquito para estar más calentita y, apoyada sobre una alfombra de hojas y
pardas agujas de pino, cerraba sus ojitos y dormía plácidamente hasta el
amanecer, sintiéndose protegida por todos los habitantes del bosque.
Podéis ver más muñecos de este tipo aquí.
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