Érase una vez un hombre español que decidió atravesar el océano, llevando consigo su inseparable guitarra.
Así, guiado por el viento, llegó hasta la bonita costa mejicana. Recorrió el país inundando con su alegre música cada rincón.
Atraído por su belleza, el hombre fue adentrándose poco a poco en el desierto...
Después de caminar días bajo el sofocante sol, cuando ya empezaba a sentirse un poco desorientado, el destino quiso que una mujer de tez morena y largas trenzas se cruzara en su camino.
Esta, lo acogió en su casa, ofreciéndole un vaso de Sotol como muestra de su hospitalidad.
Ambos de carácter divertido y amigable, conectaron a la perfección desde el primer momento. El hombre quedó prendado de la naturalidad e inteligencia de la mujer. Juntos pasaron horas contando historias, riendo, hablando del futuro...
Mientras la música acompañaba su conversación, los dos fueron poco a poco comprendiendo que ese encuentro no había sido casual y que, aunque al amanecer tuvieran que separarse, un trocito de sus almas permanecería con el otro para siempre.
Esa noche, se amaron con locura. Se prometieron recordarse y ser felices allá donde les llevaran sus caminos.
A la mañana siguiente, al partir, el hombre decidió dejar su guitarra en aquella casa como símbolo del pedacito de alma que con ella quedaba también.
Mientras salía por la puerta y caminaba alejándose, la mujer abrió la ventana dejando escapar una bellísima mariposa de vivos colores, representando el trocito de su alma que volaba libre acompañándolo en su camino.
Podéis ver más muñecos de este tipo aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario